A Vladimir Tatis, por los libros prestados que regresan.
Vine a Barcelona a buscar a Gurb. La última vez que supimos algo suyo vivía aquí bajo la apariencia del ser humano denominado Marta Sánchez. Al parecer el nombre es común entre las formas de vida (reales y potenciales) de la zona o viceversa (también podría ser mi acento), porque a todo el que pregunto donde puedo encontrarlo se ríe. Aterrizaje normal en las inmediaciones. Para llamar la atención esta vez tomo la forma de un estudiante dominicano con el nombre ridículo de Rodolfo Báez. También abandono la nave por la escotilla 4 (superstición).
Día 1
16:01 (hora local) Jonathan (sobrino de Rodolfo) viene a recogerme en la estación del Sants. Al principio nos confundimos un poco, pues el montón de humanos que se apilan o carretean maletas por los pasillos es insoportable, pero después de unos cinco minutos de teclear por el WhatsApp logro encontrar su pajón rizado entre la muchedumbre.
17:00 Montado en un tren —al lado de Jonathan— observo a dos rubias en el asiento de enfrente hablar en catalán. Se ríen y me miran. No entiendo mucho, pero sé que coquetean conmigo. No les hago caso. La misión es “encontrar a Gurb“.
17:15 Recibo un mensaje por WhatsApp de Michael y Henry, dos compañeros de Rodolfo (también dominicanos) que están en Barcelona. Me invitan a una playa nudista. Tengo deseos de parar el tren y mandar a Gurb a la mierda. Les respondo que estoy camino a Vic y que por lo menos me falta una hora para llegar. Me devuelven que está bien, que piensan ir a Francia al día siguiente por si los quiero acompañar. Para salir del paso les digo que sí.
17:20 Las chicas de enfrente se besan en la boca y tienen las piernas entrecruzadas. Me levanto del asiento y camino hacia el cuartito que dice baño. No sé lo que se hace allí. Veo que muchos humanos entran, cierran la puerta y se quedan un par de minutos (algunos duran más que otros). Cuando salen —generalmente— se aprietan el cinturón, se secan las manos o se tocan las bolas. Como el movimiento del tren es insoportable ahí adentro aprovecho para vomitar. Para que no sospechen nada salgo tocándome las bolas, parece menos complicado.
18:48 El tren se detiene. Vic es una estación vieja y algo extraña con un olor a granja que pica en la nariz. Memorizo cada cosa para cuando venga solo. Subo por las escaleras normales, aunque llevo una maleta. No me gustan los tumultos. Los humanos se van todos por las eléctricas. Por eso engordan tanto, no por la comida, como les he oído decir.
18:50 Está lloviendo. Hay mucha gente dentro de la estación. No sé porque no les gusta mojarse cuando llueve y sin embargo tienen una costumbre ridícula de meterse en la ducha a mojarse con unas chispitas de agua.
19:00 Casi ha pasado la lluvia. Salimos. (Nota “Encima de la estación hay un hotel. Probablemente Gurb está viviendo en uno. Volveré a investigar“).
19:15 Mi hermana Negra y su esposo Neno (sobrenombres) están trabajando.
21:11 Jonathan y Lupe (su mujer) me llevan a un comedor chino. No entiendo por qué los hombres hacen diferencias al nombrar a su compañera. Unos la llaman mujer, otros esposas. (Nota “Averiguar sobre eso después“). Hay letreros en mandarín en las paredes del comedor. Como venía a Europa no me preocupé por ese idioma que a primera vista (también a última) se ve complicado.
02:00 Empiezo a ver “La niebla“, la película sobre la novela de Stephen King. Cuando el sueño me vence salen unos tentáculos asquerosos de entre la niebla. No lo soporto y muero en el sofá.
Día 2
9:00 Resucito a la misma hora cada día. Para que no vayan a hablar hago el ritual estúpido de meterme al baño unos quince minutos (creo que exagero con el tiempo). Como no sé que hacer me pego a la pared con las piernas hacia arriba y la cabeza apoyada en el piso. Es un ejercicio de relajación interplanetario que funciona de mil maravillas. A veces me quedo dormido. En ese caso lo interrumpo cuando algún desesperado toca la puerta.
10:21 Salgo a buscar rastros de Gurb en Vic. Es un pueblo extraño. Con calles de piedras muy estrechas con espejos ovales en las esquinas para que los peatones y carros vean a quien se aproximan por el callejón contiguo.
10:30 Me llama la atención la iglesia. Su campanario es más alto que todos los edificios que la rodean. Si en algún momento Gurb estuvo aquí subió a él, si aún tenía deseos de contactarnos. Arriba de la iglesia hay una cruz de unos dos metros de altura. Entro por la Porta Santa. El interior es como todas las iglesias, oscuro y vacío. Camino hasta las escaleras que deben llevarme al campanario. Una anciana (sin hábito) me sale al encuentro y me dice algo que no entiendo. Dada mi dificultad con el catalán me habla en español. Entonces acuerdo pagarle dos euros para terminar el recorrido. Por primera vez me siento estafado en nombre de Dios. Tomo la escalera hacia la cripta (me lo indica la señora). Abajo hay algunos sarcófagos. Sacófag de Bernat Despujol. (Segles XIV-XV) Canonge sacrista, donant del retaule major. Declino la inspección. Gurb no está muerto y si lo tuviera no lo encontraría aquí. Tomo las escaleras contrarias y salgo de la cripta. Me doy cuenta que el camino comprado con los dos euros terminó. Otra vez la sensación de estafa. Le pregunto a la señora si puedo subir al campanario. Me dice que va a preguntar. Se ausenta unos minutos, pero conozco la respuesta. Cuando vuelve contesta que lo siente, que no es posible. Pregunto si puedo subir a mirar las pinturas detrás del altar. La misma respuesta.
El órgano, en un tipo de balcón —como todos los órganos de estos templos— es inmenso. Demasiado grande. Detrás de él unas pinturas que tampoco puedo ver bien me recuerdan al macho cabrio que corría tan deprisa que sus pies no tocaban tierra. No pregunto si puedo subir porque sé la respuesta. En la iglesia no hay rastros de Gurb. El campanario es un misterio.
11:00 Salgo de la iglesia y encuentro otro edificio curioso, Museu Episcopal. Si Gurb estuvo aquí debió entrar. Es una biblioteca y en esos edificios se guarda mucha información (la mayoría falsa) sobre los humanos. Pero, como es domingo, está cerrado. Quería revisar la lista de asistencia. La pediría para inscribirme y aprovechando que me atendería una anciana la revisaría. Además soy turista. Nos aceptan casi todo.
11:12 Subo por la calle San Miguel, en dirección al Templo Romano, que también está cerrado. Me conformo con algunas fotos y ocultarles la cara a las turistas que beben cervezas en las mesas frente al templo y no dejan de mirarme. Decido volver, pues el sol y la mala suerte me torturan. Pero antes divago un poco por el camino que las flechas marcan como “Ruta turística“. En la tarde iré a Barcelona. Quedé de encontrarme allá con Mía (amiga de Rodolfo). Vive en Barcelona desde hace once años, quizás tenga noticias de Gurb.
16:00 En el tren a Barcelona aprovecho para leer “The Frankenstein Omnibus“. Encuentro una descripción sobre Gurg. “Desde que he estado aquí te he visto transmitiendo mensajes a través del espacio sin ningún cable. ¿Es posible que la electricidad sola pueda transmitir sus mensajes a distancias y alturas sin limites, así como han establecido contactos en estas distancias? ¿Cómo puede hacerse eso?“ Al final la descarto. Es absurdo que se haya escrito algo sobre Gurg hace 200 años.
16:33 Me quedo dormido.
17:08 Despierto porque un perro enorme —de un sujeto barbudo que se sentó al frente— lame la baba que cae de mi boca. El tipo se ríe; yo también (en una hora su perro estará muerto).
17:30 Espero a Mía en Plaza Cataluña.
18:30 Veo como las palomas se comen el maíz que les ponen los turistas para hacerse fotos y se cagan sobre el que pasa debajo de los árboles manchados de mierda. Aún espero a Mía.
18:35 Alguien que pasa cerca me dice que eso está prohibido (alimentar a las palomas). No entiendo por qué, pero le digo que sí (Nota “Preguntar después”). Me caen bien las palomas ¿Será porque ellas y yo somos los únicos negros en este mar de leche?
18:44 Sentado en las escalerillas que rodean una de las fuentes veo a las palomas beber agua.
18:52 Como un rayo de Zeus cae una gaviota del cielo y clava su pico en el cuello de una paloma a la que arrastra por dentro de la fuente. La paloma se ahoga, no sabe si por el agua o porque el filo de la gaviota le corta la vida. En pocos segundos deja de moverse y el pico de acero empieza a enterrarse en su cuerpo.
18:53 Solo queda un montón de plumas sobre la orilla de la fuente. Voy a vomitar. Me alejo de allí.
19:15 Camino por la plaza (cuidándome de las gaviotas) para ver si encuentro rastro de Gurb.
20:00 Aún sin noticias de Gurb. Mía escribió: “Llego sobre las nueve“.
20:35 Nada sugiere que Gurg ha estado aquí, pero sé que sí. El cabrón me la pone difícil. No se puede estar en Barcelona sin visitar este lugar.
21:00 Aún sin noticias de Gurb.
21:20 Mía está saliendo del metro. Aún sin noticias de Gurb.
21:25 Llega Mía. Es bella. Las fotos no son justas. Es rubia. Tiene una sonrisa clavada en los labios y un caminar rítmico que hace a los ojos seguirla por donde quiera como perritos saltarines.
21:30 Mía me cuenta que conoció a Rodolfo en una fiesta. “Nada importante, mis ojos verdes le saltaron encima como dos sapos“, dice muerta de risa.
21:40 Caminamos por la Rambla donde aprovecho para presumir lo que me enseñaron antes del viaje. Alabo las arquitectura de Gaudí, Domènech y Montaner. Es divertido hacerte pasar por otro y que te lo crean. Pienso que la culpa de que los humanos se engañen con tanta felicidad es del aparato llamado televisión, que desde mi punto de vista no tiene uso racional, pero no le digo eso a Mía.
22:00 Llegamos al Portal de la Paz donde está el Monumento a Colón. Me maravilla su altura y la cantidad de metal empleado en su construcción. Por un momento vuelvo a pensar en Gurb, pero el pensamiento se va con la brisa que se cuela por la falda de Mía.
22:10 Hacemos fotos y aprovecho para agarrarme a la cintura de Mía. Sus ojos, cabello y sonrisa van manchándome la piel. Otra vez quiero vomitar (tampoco le digo).
22:15 Caminamos al muelle. Quiero sentarme a ver el mar. En mi planeta no hay. Me asustaban las gaviotas a pocos metros de nosotros (tampoco digo nada). Hablamos por mucho rato no sé de qué. Algo extraño sucede. El mar se ha perdido. Cuando miro a Mía para pedirle una explicación la tiene en los ojos. Solo ahora envidio al ser humano llamado Rodolfo Báez. ¿Y si le digo que pudiera quedarme allí toda la vida, qué por ella y aquella ciudad mandaría la misión al diablo? Creo que no sabría de qué hablo, porque su corazón es una bola de fuego que incendia el universo. Me asusto. Probablemente he empezado a ponerme verde.
23:15 Regreso a Vic con los labios bañados de recuerdos. Volveré a Barcelona todos los días. A Gurb que se cuide.
00:09 Jonathan me presenta dos amigos; Mijares y Arlan. Mijares es dominicano, Arlan de Colombia. Cuando llegamos estaban sentados sobre una tarima de madera al lado de la calle El Paseo. Mientras beben cervezas hablamos de viajes, comida, familia y esas estupideces que forman el vocabulario humano. Mijares quiere ir a Japón. Está enamorado de su cultura. Me cuenta sobre los hoteles cápsulas y su deseo de quedarse en uno. También iré a Japón. Será el próximo año. Arlan lleva el pelo largo amarrado en un moño para nada femenino. Nos lo pasamos de una forma que los españoles denominan “de puta madre”.
03:00 Escribo en la libreta el reporte del día. Decido no enviarlo al Consejo. Arranco las páginas.
Día 3
Estoy con Mía en Barcelona. Aún sin noticias de Gurb.
Día 4
De nuevo en Barcelona. Aún sin noticias de Gurb.
Día 5
Otra vez en Barcelona. Aún sin noticias de Gurb.
Día 6
También Barcelona. Aún sin noticias de Gurb.
Día 7
Barcelona. Aún sin noticias de Gurb.
Día 8
16:00 De nuevo en el tren (Jonathan y yo). /Ahora rumbo a Barcelona. Mañana tengo un vuelo a Suiza. La misión fue abortada.
16:45 Nos bajamos en plaza Cataluña y divagamos por las calles agobiadas de turistas. A veces se nos van los ojos detrás de algunas piernas, pero son tantas y corren tan deprisa que nos dejan un vacío en el pecho como cuando sales de la zona de gravedad de un planeta.
17:15 Como por ahora no tenemos qué hacer (Mía saldrá a las nueve del trabajo) preguntamos a un policía como llegar caminando hasta la Sagrada Familia. “Son unos treinta minutillos“, contesta con esa peculiaridad de los españoles al formar el diminutivo. Nos extiende un mapa sobre el que hace unas marcas azules y nos sumergimos en el río de cuerpos.
16:08 Somos dos mierditas negras haciéndonos fotos frente al universo expiatorio de Antonio Gaudí. En ninguna de las fotos salimos solos. Los turistas son una peste. Gurb estuvo aquí. Nadie se va de Barcelona sin visitar la Sagrada Familia. Un letrero nos indica el camino a la boletería (hay que comprar un ticket para entrar).
16:20 Abandonamos la fila de los tickets. Nos espanta pagar tanto por entrar a una iglesia.
16:28 En lugar del pan espiritual entramos al McDonald’s frente a la Sagrada Familia. Un trabajador de piel morena —igual que la nuestra— no para de mirarme. Siempre que va a algún lado nuestros ojos tropiezan. Hay algo extraño en su mirada. Para no levantar sospecha, hago lo que cualquier humano haría en mi circunstancia. Me le acerco y le pregunto donde está el baño (siempre digo baño, nunca servicio). Nos miramos a los ojos. Con una mano me indica el pasillo a la derecha. (Nota “Investigar porque los baños siempre están en el pasillo a la derecha“).
16:30 Salgo del baño. Le hablo al sujeto. Se llama Junior y es dominicano. “De Santo Domingo, del ensanche la Fe“, dice con ese hablar atropellado de los dominicanos que tanto me cuesta imitar. Al final resultamos vecinos (Rodolfo vivía allá).
16:40 Compramos hamburguesas de pollo con una bebida que me saca truenos del estomago.
17:07 Nos montamos en el metro para estar más cerca de donde Mía trabaja. Tomamos el equivocado.
21:34 Llega Mía. Nos damos un beso. Le presento a Jonathan.
21:50 Cogemos el tren a la playa. Otra vez el equivocado.
22:51 La arena entra por mi sandalias. Mía agarra sus zapatos en las manos. Jonathan (cargando mi maleta) va unos pasos adelante. No hay mucha gente en la playa. Algunos humanos hacen el amor dentro del agua y en la arena. Fingimos que no los vemos. Nos sentamos en un lugar apartado y oscuro.
23:17 Un chico y una chica riéndose vienen hacia nosotros. Nos saludamos. La chica está muy ebria. Se tira en la arena sin dejar de reír. “/He me he metío mucha maría hoy. Me dio fuerte“, dice como si hablara de comida. Vuelve a reír. Sin saber por qué hacemos un circulo y decimos nuestros nombres (ya no recuerdo como se llamaban). El recuerdo más agradable que tengo suyo es cuando se iban; el chico levantando a la novia de la arena a cada paso y su insistencia de que no debía manejar, mientras ella repetía que sí manejaría, que estaba bien (la noche siguiente soñé con dos cadáveres dentro de un carro destrozado en la autopista).
00:05 Pongo música. Mía y Jonathan van por cerveza s. Solo tomo cervezas sin alcohol, pero esta noche no quiero. Jonathan había comprado picaderas y preparado sandwiches. “Los suyos son los que no tienen jamón. Están en la bolsa verde“, dijo en la casa mientras los hacía.
00:18 Mía y Jonathan vuelven. Nos tiramos en la arena; Mía en mis brazos, Jonathan debajo de la toalla. Creamos el universo con tierra y viento. Todo vuela sobre las espumas de las olas.
04:50 La alarma despega a Mía, que se había enroscado en mi pecho, del sueño. Aunque odio el agua voy a la ducha y me quito la arena metida por todas partes. La misión fue abortada, así que aprovecharé los viajes para algo útil. Como tendré que vivir de algo y los trabajos humanos son tan patéticos me decido por el menos lucrativo. La desventaja de ser escritor es que termina creciéndote la barriga y probablemente hasta mueres diabético o de un infarto. Como Rodolfo Báez sería un escritor muy malo, adopto el nombre de Eduardo Mendoza. Quizás algún día Gurb lea algo mío…
07:30 Tomo un avión a Suiza.