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Jaque a la dama, el cuento premiado en el concurso de la Feria Internacional del Libro 2011, encabeza el libro ganador del sorteo en Argentina de la Editora Mis Escritos.





Foto hecha por mi hermanita Lucy, una de mis mejores fans.


Ponen en circulación libro “El silencio de mi alma” en Feria del Libro 2009

Miércoles 22 de abril
La  XII Feria Internacional del Libro 2009 fue el escenario para la puesta en circulación el libro “El silencio de mi alma”, de la autoría de Rodolfo Báez (El Gato), en el Pabellón de Autores Dominicanos. La primera obra poética del autor consta de 86 páginas cargadas de poemas con títulos como “Inicio de mi cantar”, “Ella y yo”, “Te y te”, “En el entierro que no lloraban”, “Una flor sin lógica se deshoja”, “El canto de mi alma”, “Canción”, “Silencio” y “La muerte”.
Según el autor, el contenido de su libro trata sobre “las cosas triviales, cotidianas de la vida, a fin de poner mi yo interno en comunicación con mis circunstancias, es decir, el hombre con su naturaleza de existencia”.
Rodolfo Báez es  estudiante del quinto semestre de la carrera de Comunicación Social de la UASD.
La presentación de la obra poética fue realizada por Rafael Nino Félix, vicerrector de extensión de la UASD. Al encuentro literario asistieron estudiantes e intelectuales ligados al quehacer de la literatura.
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Rodolfo Báez pone a circular segunda obra 
Por: JOSE LUIS DE LEON |

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SANTO DOMINGO.- La obra Versos en arte menor, fue puesta en circulación ante decenas de fieles amantes de la lectura y la poesía; es el segundo libro que coloca en el mercado el joven Rodolfo Báez (El Gato).  Durante la actividad los artistas Giordano Morel y Francis Williams, interpretaron varios versos de la obra.
La presentación de los escritos estuvo a cargo del doctor Domingo Peña Nina y la mesa de honor la integraron Adria Williams, Rosalba Cabral, Ramón Diloné, Rafael Nino Félix y el autor de la obra.
El acto tuvo lugar el pasado miércoles primero de diciembre en el salón de Orientación de la Biblioteca Pedro Mir de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Báez, agradeció eternamente a su familia, amigos y compañeros, la gentileza, entrega y dedicación que han mantenido.
El prólogo de la obra, escrito por el poeta Sócrates Barinas Coiscou, es breve pero cargado de motivación a un joven que emprende con responsabilidad una inmensa tarea, convencido de que en la vida se puede vivir con valores.
Previo a esta obra, el autor de la carrera de Comunicación Social, había escrito El silencio de mi alma.
Con la ternura y calidez que le imprime a sus versos, sin importar la hondonada o superficialidad, el poeta madura y se va fraguando entre dulces y amargas ideas, cantándole a la vida entre amores y desamores.



Nace hombre con 100 corazones

El viernes 16 de marzo en un acto sencillo, pero cargado de aplausos y emociones el escritor Rodolfo Báez puso a circular su tercera obra.

A las 5:30 de la tarde unas veinte personas ocupan la Librería del Ministerio de Cultura. La mayor parte de los asistentes son escritores, amigos o familiares de Rodolfo Báez, quien esa tarde pondrá en circulación su libro de cuentos “El hombre de los 100 corazones”.
A las 5:40 otras veinte personas se han unido al grupo inicial, y discuten de medicina, música, literatura, o de algún tema en particular.
El anfitrión del evento se ha sentado en un mueble negro al fondo del salón, luciendo una amplia sonrisa que combina el brillo de sus dientes con la chacabana blanca que le cuelga sobre el pantalón negro.
La  puesta en circulación ha sido pautada para las 5:30, pero como la mayoría de las reuniones dominicanas, es otra irrespetuosa del tiempo.
Un periodista, con grabadora en mano, se le acerca a Báez, y le secretea algo, el escritor asiente con la cabeza, y un minuto después ambos están sentados en un rincón de la librería donde el entrevistado gesticula las palabras pausadas que tragará la grabadora para eructarlas luego sobre papel en blanco.
A las 5:53 Adria Williams, maestra de ceremonias, con una sonrisa ejercitada durante sesenta años, da la bienvenida al evento.
A continuación, la presentadora concede las palabras a Valentín Amaro, Director Nacional de Los Talleres Literarios. Amaro elogia la narrativa de Báez, y dice que lo ha visto crecer como escritor desde que en el espacio de la Feria del Libro 2008, puso en circulación su poemario “El silencio de mi alma”.
Sumergido en un fuerte aplauso Amaro termina su intervención, y la conductora entre risa y emoción, vuelve a robarse la atención del público, solemnidad que deposita en los labios de Héctor Santana, profesor de literatura y encargado de desglosar la obra con su crítica.
Mientras Santana explica el contenido del libro, para lo que decidió comenzar por el final y terminar en el principio, los ojos de todos hacen sudar al nobel escritor, pues se han posado en él sin pudor.
El escrutinio de Santana repasa cada relato del libro. Habla de un Dios humanizado que parpadea en la obra, de la mentalidad trágica y la lengua popular usada con la misma devoción con que un sacerdote ofrece sus plegarias ante un altar, y termina con “El hombre de los 100 corazones”, cuento que da título al libro.  
Las palabras de Santana llegan al ocaso, y se sumergen detrás de una montaña de aplausos y el sereno apretón de mano, de Báez.

Ahora Williams se para sin libreta en manos, y lo hace notar, “Para hablar de los otros, tuve que valerme de los apuntes que me dieron, pero para Rodolfo no necesito nada de eso, pues lo he visto crecer como a un hijo” dice la locutora, y entre una salva de aplausos lo abraza cuando este se pone en pie.

Báez pide permiso para volver a sentase, y así sentirse más en familia. El público le responde que esa noche puede hacer lo que quiera, pues es su noche, y están allí por él.
Con la risa desbordada por sus labios morenos, empieza agradeciendo a Héctor Santana por tan buena síntesis de su libro, hasta dice riéndose, que dejaría de leer su texto por el suyo.
Solo diez minutos se toma Báez, que reparte entre agradecer al editor, al Director de los talleres literarios, a Santana, a Adria,  a José Luís de León, periodista, al doctor Peña Nina, su padre literario, como lo llamó, y a cada uno de los asistentes e integrantes del Taller Literario Narradores de Santo Domingo.
Al final no se sabe qué es más fuerte, si la sonrisa de triunfo suya, o el aplauso del público.
Williams, después de la algarabía, invita a los asistentes a comprar el libro. Se le une Héctor Santana, como ex coordinador del Taller, y un señor que vocifera que comprará tres ejemplares, dos para regalar.
A las 6:30 la fila de unas treinta personas exhibe, libro en mano, una serpenteada sonrisa, mientras cada uno espera su turno para que el autor le dedique su obra. 

Introito de mi novela

Rodolfo Baez (Notas) el miércoles, 15 de junio de 2011 a la(s) 10:16

En el mes de agosto del año 2000 estuve haciendo un reportaje para la Marina de Guerra Dominicana, y un día, por una de esas casualidades que tiene la vida, me encontraba en el Club de Alistados, y no sé, cómo fue a sentarse en mi mesa un anciano que trabajaba allí como cocinero.
No recuerdo, cómo comenzamos a hablar, ni de qué. Tampoco sabía la causa de que se fijara tanto en mi rostro, mientras hablábamos. Después me contó, con melancolía, que mi sonrisa constante, le había recordado un suceso acontecido en aquel lugar hacía muchos años.
Lo más extraño fue su despedida. “Si viene mañana a este mismo lugar y a esta hora, le contaré una historia, que puede cambiar su carrera como periodista”.
Al otro día estuve allí antes de la hora acordada. No sé qué me impulsó. Creo que todo el mundo sabe, que si hay algo que llama la atención de un periodista, es lo desconocido y misterioso.
A la hora exacta se presentó. Su saludo fue:” Lo que me motivó a contarle esto es el brillo de su sonrisa, así que nunca deje de sonreír. Por eso pensé que usted debe saber que en este lugar, la Base Naval, hace muchos años había un ser humano que jamás sonrió”.
Y comenzó a contarme una historia, tan extraña como fascinante. Me dijo que debía conocer a quien tenía los detalles de la misma. Y que si me interesaba investigarla a fondo me pondría en contacto con el tío del personaje de quien me había contado y a quien él conocía.
Me advirtió que si un día publicaba esto, su nombre debía quedar en el anonimato, ya que la institución nunca se había atrevido a publicarla, y la declaró confidencial, sin dar una razón para ello. “Pero dejemos que sea el pueblo quien juzgue, si tenía o no razón”, agregó.
Una semana después, estaba reunido con el misterioso guardián del secreto, Maximiliano García, quien accedió a que publicara su nombre. “Nada, ni siquiera la tumba asusta a un anciano cuando se ha cansado de la vida”, contestó.  
 “Pero primero dígame, ¿qué piensa hacer con la memoria de mi sobrino y el apellido de mi familia?”

Le dije que en honor a su sobrino me gustaría que el mundo conociera su historia.
Pareció dudar de mis palabras, y después continuó, “No estoy seguro de que esa haya sido la voluntad de Antonito, así le decíamos; ya verá, cuando conozca la historia, porqué le digo esto”.
Sacó de un bolsillo del saco una copia del manuscrito que custodiaba, y antes de ponerla en mis manos, suspendiéndola en el aire con el codo sobre la mesa, agregó, “solo puede publicar esto o una parte de ello, si no le cambia, ni una sola palabra a lo contado aquí”.

Le prometí que así lo haría, y con la firmeza de una montaña, dejó caer el escrito en mi mano temblorosa.
Años después, cuando me decidí a publicarlo, telefoneé a Maximiliano para invitarlo a la presentación. Me contó, con voz débil, que ya no podía levantarse de la cama, pero que esta noticia era la mano misericordiosa que le cerraba los ojos para la muerte.  





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