Por Héctor Santana
Para empezar diré que
por una suerte de misterio -todavía sin respuesta para mí- voy a iniciar
hablando de los últimos textos, hasta llegar a los que se encuentran al
principio.
Cuando en el seno de una
familia nace un bebe es de por sí un acontecimiento sin precedentes, un nuevo
miembro aparece y todo cambia, es como si algo que es y no es parte del
conglomerado se hiciera con uno de los primeros asientos, para pasar de ser el
objeto de interés a ocupar el papel de fiel servidor de este desconocido que
con cara fresca emboba a todos en el vecindario. Hoy nace una nueva criatura
que a diferencia de la anterior no produjo contracciones terribles ni dolores
que le permitieran a la madre romper fuente sino más bien desvelos, hambre y muchas
frustraciones cuando la musa no venía o cuando la página en blanco se convertía
en una piedra atroz por la que no hubo recompensa para el esfuerzo que implican
las horas C en el proceso de creación de cualquier artista.
Hoy aparece ante
nosotros “El hombre de los 100 corazones” un abalorio multicolor que invita al
lector a sortear terrenos disimiles que van desde el suspense, el canon
religioso, lo fantástico, el localismo entre muchos otros que aparecen formando
un corpus narrativo integrado por veinticinco piezas que en su totalidad bordean
la frontera del relato corto. Las narraciones aquí reunidas inician con El
primo miches. En esta el narrador en primera persona es quien dicta como irán
sucediendo los acontecimientos que ocultan la violencia contenida que aparece y
ese narrador es quien como una suerte de oráculo desmadeja el acontecimiento
principal. Un aspecto a tomar en cuenta
es la muerte como recurrencia, que late a lo largo del texto como excusa, como pretexto.
En casi todos los casos la muerte le ocurrió a unos seres que regresan y de lo
que somos testigos es de la aparición de estos cuerpos sin vida. Los muertos
son excusas o figuraciones. Enfatizo el hecho de que no solo aparece en el
texto antes mencionado sino que lo vemos como una constante en piezas como:
Carta sobre el puente, Elim, La casa de la esquina, El secuestro, La invasión de
los elefantes, La vaca. La pálida dama gravita sin truculencia, no es un ente
embadurnado que pretende hacernos sentir turbación. En todo caso, es un
artefacto que llega hasta estar matizada por el amor. Un amor que no pasa de
ser una atracción que es recurrente a lo largo del discurrir de la diégesis.
Por
consiguiente, proponemos otra de las tejeduras del texto, lo fantástico: “Italo
Calvino señaló que la literatura fantástica es la expresión literaria que más
dice de la simbología colectiva. Donde la sugestión visual forma parte del
conjuro fantástico.” Y esta simbología de lo colectivo la encontramos en “El
capítulo escondido del apocalipsis, La casa de la esquina, La invasión de los
elefantes” entre otros. En estos relatos se proponen espacios desconocidos. Se
enrarece el ambiente de tal forma que todo nos resulta desconocido o nos asalta
la duda ante la incertidumbre de no sentirnos seguros del suelo que pisamos.
Para mucha gente el Apocalipsis es un texto que forma parte del canon de la
religiosidad y el autor del Hombre de los cien corazones nos desvela un
descubrimiento –un capítulo que había estado perdido o era desconocido para los
religiosos y para los hombres de ciencia- o en realidad nos muestra solo el
pecado pero desconocemos como llegó a manos del autor este hallazgo y nos
entretiene con una serie de situaciones:
“Me arrojó una pluma para que escribiera
pero al levantarla me quemé las manos y la dejé caer. Entonces me tomó y me
llevó hasta un monte muy alto y me mostró todo lo que había hecho el cara de
lechuza con la embrujada trompeta durante mi sueño”.
Como
podemos apreciar en el fragmento anterior conocemos la acción. Un acto simple
que no tiene mayores complicaciones – pasar una pluma- pero hay un ingrediente
que es desconocido para los posibles lectores que se preguntaran, ¿qué es lo
que produce el calor?, De dónde emana esa alteración que sufre la pluma que
impide su utilización. Acaso el ser que entrega el objeto desconoce que le hace
daño al receptor y este termina
llevándoselo a lo alto. Lo alto puede ser el cielo, el infierno o una pista de esquí.
Al final del mismo fragmento se nos dice lo que produjo la trompeta, otro
objeto mágico, que es no-natural, causante por demás del proceso de
aniquilamiento que se vive en ese lugar.
En
el libro de Rodolfo Báez encontramos una simbiosis de la realidad que se hace
magia como si la vida pariera con cada propuesta la oportunidad de regenerarse,
de volver a ser y hacer. En este libro encontramos unos lugares que están
olvidados o han sido olvidados. Lugares a los que se vuelve de paso por lo
insignificantes que resultan ser o porque son una metáfora como sucede en
“Carta sobre el puente” la carta la lee
el muerto para decirnos que algo ha muerto también. Algo que de alguna forma es
todo en uno. En este texto el rio es quien ha muerto. Él es quien escribe y lee
su epitafio quizás para hacernos participes de ese lamentable acontecimiento
que degenerara en quitarnos la vida a todos. La premonición late sobre las
espaldas del lector quien tendrá que fijar su mirada en sus propias miserias
como si estuviera ante un espejo a partir del cual queda al descubierto su
ruindad.
Sin
lugar a dudas, un tema que no podía faltar es el de la creencia, y en el libro
encontramos no una propuesta religiosa que atenta contra nuestras propias
convicciones si no que Dios se hace de carne. Dios en el hombre de los cien
corazones es un Dios escindido de su sacralidad o con ella pero matizado por lo
humano como lo muestran los cuentos: Emociones, El capítulo escondido del
apocalipsis y El primer día de reyes, Dios está en cada cosa que hacemos y hasta se
aspira que monte bicicleta. En el cuento una persona que se gana la vida
reparando bicicletas es el culpable de todo. Bienvenido ve a Dios en forma poco
habitual, lejos de esa plasticidad que le han dado a lo largo de los años. En este cuento volvemos a ver un desvalido que
nos habla con propiedad de un Dios vivo.
El
secuestro, Un hablante, El regreso, La voladora, Suceso en la carretera, El
silencio de la muerte es un conjunto que aglutina en forma minimalista el tema
de los urbano. En ellos está presente el barrio con sus figuras y los
acontecimientos que los definen como parte de una geografía particular donde la
violencia protagoniza cada uno de los hechos. Por otro lado la violencia de
género aparece ocupando un lugar protagónico en: “La voladora”. En este cuento
cobra vida la forma en que nos relacionamos con el sexo opuesto y es un llamado
sutil a la conciencia sobre el particular. Báez elude lo panfletario del tema y
nos sube a la guagua siendo testigos de los hechos que se salpican con las ocurrencias
de la muchedumbre que se da cita dentro de esos artefactos de muerte como las
guaguas.
Un
caso particular dentro de este contexto lo constituye “Suceso en la carretera”
en donde el abuso de poder se hace vigente y toma la fuerza propia de los seres
vivos junto al carnaval que forman los taponamientos constantes que se suceden
en nuestra ciudad con la violencia como telón de fondo. La violencia proviene
desde del poder político lo que es aprovechado por el autor para ironizar y
arrojar luz sobre quienes dirigen y analiza la forma en cómo se conducen,
atropellando todo lo que encuentran a su paso. Como si fuéramos objetos de su
propiedad.
Una
propuesta interesante las constituyen los textos finales. El meta relato y la
meta literatura están presente haciéndonos depositarios de una tradición en la
que se apela a la supuesta capacidad de lector de reconocer y reconocerse en
cada obra citada a lo largo del cuento: `Otro viaje del Quijote`. El recurso
lúdico empleado por el autor es sugerir en cada acción una obra que dé paso a
otra hasta llegar al infinito. Pasamos la historia de la literatura en una
apretada síntesis que nos hace pensar en el éxito de tal proeza.
En
fin El hombre de los cien corazones es la historia de un hombre sin corazón que
pasa revista a su vida y da cuenta de cuantas mujeres han pasado por su vida.
En el protagonista late el remordimiento
y se puede advertir en él una suerte de mea culpa que lo oprime y hace que
salgan de su boca todo tipo de historias. En este cuento como en la mayoría el
autor exime al lector de la psicología de los personajes y en muchos casos el
aspecto externo de los mismos es supeditado por la gestualidad que aportan en
cada acto que realizan.
Rodolfo
Báez evidencia la pluma de un joven escritor que promete un trayecto largo y
promisorio para la narrativa dominicana.
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