A Carmen Mueses
Me has pedido una carta y no es precisamente lo que
quiero darte. Es más bien un poema sin forma, la marca de Caín, un verbo inferior
condenado al papel, un absurdo con arrogancia de exhibir tu sello de mujer.
Aun hay otros delirios, pero esos se me perdonan, como el
deseo de tocarte, de tenerte para mí, de deslizar por tu vientre mi mano
cabrona y marcarte con mis besos en aquel Getsemaní.
Como te dije, no quisiera estropear mis ideales,
marchitar nuestros amores, arrepentirme de mis males. Tampoco robarte la imagen
que adoro, el cuerpo flexible, la sonrisa perfecta, los rizos de oro.
También pretendo conocer tus dimensiones, detenerme en
cada tramo, alojarme en tus rincones. Sentir que eres parte de mi esqueleto, o dicho
de otra forma, que eres la misma vida, la cicatriz que no sana, el cordón de mi
amuleto.
Hay tantas cosas que agregarle a estos tormentos, por
ejemplo cinco noches de desvelo, una vida sin amor, las relaciones frustradas, los
poemas abortados y otros tantos argumentos que mejor prefiero decirte lo que
busco de una vez, la razón de esta carta con retraso, las excusas que decía
como verdad cada noche para mantenerte atenta o mi corazón al revés, en
realidad…no sé.
Carmen, lo mismo debo hablarte de mi corazón temeroso, del
miedo a los compromisos, de los asaltos de poetas y mí rebeldía de oso. Del
rayo de luz que se filtra a mi mente cada tarde, de los astros de su cielo y su
espíritu cobarde.
Del que duerme cada noche entre las sábanas desnudas, de
mi yo de Sansón con la lealtad de Judas. Como ves lo que te dejo para nada es una
carta, es una simple explicación de una vida leve, el Hombre de hojalata en
busca de Oz, una cuartilla de versos aspirando a la gloria, los amores
fraguados en mi triste memoria con la dimensión del vasto universo.
El regreso oportuno
Odio tanto la rima
que he vuelto a caer en ella
Serán tus ojos
discretos o tu forma extraña
Que a mi vida
lúgubre como una estrella
Le han devuelto lo
perdido esta mañana
Carmen, la
Penélope que espera tejiendo vida,
La carta que viene
de la terrible odisea
Sabiendo que en
ella encontrarás la salida
Que tu alma impaciente
con ansia desea
No olvides que
eres la paz del esposo
El canto que pudo
librarlo de la muerte
Su cielo, su
gloria, su alegría, su gozo
El tesoro que
tiene sin que pueda perderte
Calma tu ímpetu,
el viaje ya acaba
Ahí viene el poeta
en su barca gloriosa
El hombre de
guerra, el héroe de Ilíada
De cuerpo de
bronce y corazón de rosa
Mi padre vendrá,
te decía cada noche,
El niño durmiente
al que acariciaban tus brazos
Llegará de
sorpresa sin caballo ni coche
Sin que pueda tu
alma discernir sus pasos
Entonces seremos
los mismos de antes
Un hogar dichoso,
una familia tranquila
El cuerpo formado por
los jóvenes amantes
A quienes el dios
de la guerra ya no los vigila
Me darás un beso
que escriba el futuro
Un puente que
llegue de la tierra al cielo
Y yo en tus labios
probaré seguro
La miel de la vida, el amor que anhelo.dos
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