domingo, 7 de agosto de 2011

Es siete de agosto


Es siete de agosto. Por eso me resguardo en Ocoa y disipo su aniversario en las flores vírgenes. Estoy aquí para consolarme el no poder estar junto a ella.
Es siete de agosto, otro día sin fiesta, una lápida humana, un concierto de voces, un infierno de recuerdos.
Es siete de agosto, una espada que hinca su filo en mi pecho.
Es siete de agosto, el veneno del alma, una mezcla de pelo enredado en los años.
Es siete de agosto y me imagino sus labios; escasos de palabras, como todo el año, abiertos por momentos para decir gracias, pues no puede negarla ante el deseo sano del “Feliz cumpleaños”,  al final la sonrisa escasa y el velo del silencio cayendo sobre los labios.
Es siete de agosto y cuando caiga la noche se sentará en la computadora, contestará los mensajes que cuelgan del muro de Facebook con una carita feliz o con un clic en me gusta.
Es siete de agosto y al emigrar el brillo del día habrá sembrado otro año sobre la columna vertebral que delinea el cabello.
Es siete de agosto y por una razón con nombre, apellido, y más peso que libras, seguiré amando éste día más que el 14 de octubre, el 24 de diciembre o el 27 de febrero.
Hoy es siete de agosto y para ésta fecha, sin fallar, cada año, me sentaré a escribir una carta de felicitaciones que quizás ni será leída. Pero es siete de agosto y no  puedo contrariar al destino. 

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