A los muchachos que protestan frente a la Rectoría de la UASD
No hay más poesía que ésta. Los poetas se forman en las batallas, no frente al cuaderno o al computador. Las musas llevan lápices y piedras en las manos y disparan sus ideas como flechas venenosas.
Tienen lenguas “malditas” que gritan la verdad a los explotadores. No se calla cuando abusan del indefenso.
Hay musas crucificadas en estos maderos. Están gritando en silencio. Caminan de prisa al futuro. Despiertan al pueblo que duerme. Defienden sus intereses. Estas musas quieren libros, vivir, educación, que no maten estudiantes…
En su inspiración no hay delincuencia, sólo un deseo truncado de existir.
Su poesía no se calla, es estruendosa, rechina cuando una bala maldita perfora la piel inocente. Tiene alma de dios y sentimientos humanos. Es el diablo que acusa, la mujer que condena, la palabra que salva…
Ésta poesía puede usar trajes, pero se viste de harapos para unirse al que duerme en el suelo, al que prefiere una casa de campaña a la comodidad del hogar, al que abraza la cruz...
Hay arte en el grito de estos muchachos, en las canciones de lucha que revientan las bocinas, en los textos puntiagudos que hincan el micrófono, en el alma juvenil enseñando a los mayores. ¡Caramba!, y así dicen que ya no hay héroes.
La poesía está de cabeza, dolida. Quién debería ser su promotor se fue de parranda y la abandonó a su suerte. Por eso tendrá que hacerse oír usando muchachos. Porque los líderes flojaron el brazo y tiene que levantarlo la masa sufriente. La que paga el costo de la vida. La que ve en la educación su poesía y antes de robarle tal arte tendrán que inmolarla. La que entiende que es preferible morir a vivir sin esperanza. Así que no nos quitarán el derecho al reclamo, a decir no a los abusos, a morirnos hoy para vivir mañana. Ésta es la poesía de los grandes poetas. Poetas de carne ahumada, encapuchados, que tiran palabras como piedras contra los cristales de la inmoralidad.
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