sábado, 21 de julio de 2012

No éramos seres humanos

Voy a escribir de estudiantes golpeados, heridos, a los que se les violaron sus derechos, de un Rector que no sirve ni pa los perros, de generales abusadores, y de un Ministro de Interior y Policía, que además de embustero, calumniador, vendedor de patria y charlatán, es un encubridor de lo mal hecho. Ah,  y perdón si con esto describo algo que en  República Dominicana mal llamamos UASD (Universidad Autónoma de Santo Domingo).

Hacía días que no éramos seres humanos. O mejor dicho, hacía días que el Rector y su “Consejo Universitario” pensaban eso. Diecisiete jornadas donde habíamos perdido tanto… claro que también habíamos ganado. Por lo menos Febrillet no fornicaba a diario con la Madre Nutricia, pero la universidad todavía no era lo que deseábamos. Envés de una academia donde se formaran profesionales era una maldita jaula en la que rabiaban los perros de la seguridad, sobornados con el dinero que debía invertirse en la educación del pueblo.  
Teníamos noches sin dormir en cama, sin comer otra cosa que pan con chocolate de agua o en el mejor de los casos una leche tan clara como el mediodía o un arroz mal cocinado, pero no importaba, luchábamos para que no privatizaran la UASD, para que no nos condenaran a vivir como animales...
Sabíamos que no hay peor infierno que la ignorancia, pero el diablo de Febrillet, el magnífico diablo, cada vez, abría más la entrada a esa caverna. Cuando despegaba los labios de entre sus molares salían palabras ponzoñosas, víboras engordadas con el dinero dado para nosotros, no para que él se fuera de viaje, ni lo pagara en botellas.
Diecisiete días sin tirar una piedra, sin levantar la voz, y aun así nos acusaron de violentar el orden, cuando lo que hacíamos era pelear, a nuestro modo (con cantos, poesía, arte…) para que se corrigiera el desorden de la nomina universitaria.
El campamento era genial, a pesar de que para ellos (La Rectoría) no éramos nadie. Se había perdido todo, por eso luchábamos. Por la identidad, porque se defendieran nuestros derechos, por la no privatización de la UASD, porque rebajaran los cincuenta y tantos servicios aumentados, por ese nuevo cuento de la reinscripción, por el carnet que se pagaba mil veces… por un montón de Febrilluras.
Era una verdadera revolución. No se había tirado una piedra, pero no hacía falta, Nuria, los periódicos, los canales de televisión y las emisoras de radio, disparaban por nosotros. Las cámaras se unieron a la revuelta con balas en los flashes. Las redes sociales también hacían su parte, en Facebook y Twitter cada slogan, foto, o frase decía demasiado y la gente se volvía loca comentando.
El miércoles le hicimos una fiesta sorpresa a Febrillet. El magnífico manganzón se fue de viaje, después de explotar la bomba de la privatización, así que se la merecía.  Aun en la fiesta protestamos sin bulla, con silencio, pero el pueblo escuchaba. Nos daba pan, pedazos de carne, carne que luego, cuando Frebillet se cansó de tener “animales”-como nos tachó- frente a la Rectoría, de donde nos sacaron a palos, no fue necesaria, porque entonces todo daba igual, pero en ese momento la devoramos con hambre.
Aplaudimos su idiotez con música, Sabina, Serrat, Arjona, Los Guaraguaos, Pae, Silvio…escupían fuego por sus bocas revolucionarias. Nosotros también lo hacíamos y de ser necesario lo haríamos por la eternidad. Preferíamos ser dragones a corderos degollados por la Febrillotina.
El viernes se le murieron cuatro de las cinco cucarachas que tenía Febrillet en la cabeza, la otra se iría con él a la tumba, pues la vida no era tan buena para dejarle el caco vacío. Si se moría loco no se enteraría de nada, así que ni pensarlo soquete. El pendejo, después de reunir al “Consejo”, decidió echarnos como perros, a patadas.  Más de cien estudiantes quedaron privados del sueño que habían echado por más de cinco años, por el delito de reclamar su derecho. ¡Qué magnífico idiota nos gastamos! El colmo de la mentira fue que cuando dejó salir al representante de los estudiantes que estaba en el Consejo, y que obviamente no podía hacer nada entre ese montón de buitres, ya él se había ido, y luego cuando llamó a la policía para que entrara, violando el estatuto de la universidad, alegó el embuste de que lo teníamos secuestrado. ¿Y un mentiroso así es el máximo representante de la Educación Superior? ¿Adónde iremos a  parar?
No sé qué Consejo se toma el destino de  tantos estudiantes en sus manos, sólo por la ficha de defender la verdad y reclamar sus derechos. ¿O es que ellos no estudiaron en la UASD, y no saben la lucha que da llegar a terminar una carrera aquí, para salirles con esa a muchachos que ya están por graduarse? ¿O habrán olvidado que para semejante proeza hay que halársela incontables veces apie a tomar una instrucción que nos brinda como si fuera una limosna, por no tener conque pagar un pasaje? Parece que el  honorable “Consejo” ha olvidado eso o estoy seguro de que de no haberlo hecho no los echarían de la universidad, condenándolos a no hacerse profesionales, pues algunos no tendrán conque pagar otra universidad. ¿Qué inteligencia, señor “Consejo”, demuestra una barrabasada semejante?
Lo más probable es que quien llegue hasta aquí y se haya envenenado con las noticias publicadas por la prensa comprada por Febrillet, diga que lo que pasó está justificado, pues, según estos lambones o narcotraficantes de la información, fuimos nosotros quienes atacamos la Rectoría, pero no han dicho que primero la seguridad del magnífico nos calló a tiros, golpearon a más de uno de nosotros, porque exigíamos que nos explicaran porque se nos expulsaban si sólo reclamábamos nuestros derechos.  Pero nada de esto se dirá, como tampoco se admitirá que la provocación la comenzaron ellos, sino ¿Cómo se explica que duramos diecisiete días delante de la Rectoría y no la tomáramos? Incluso en situación favorable para nosotros, pues durante todos esos días Febrillet estuvo de vacaciones.
Al final tiramos piedras, es verdad, pero sólo después que la seguridad nos callera a tiros y partiera en la frente a Ismael. En realidad nos revelamos porque no permitiríamos que Febrillet se quedara con lo nuestro y además de eso nos vendiera al pueblo como una partida de delincuentes, cuando lo que hacíamos era reclamar los derechos de todos; educación gratuita.
A las ocho violaron a la Madre Nutricia, el vagabundo de Febrillet ordenó que la policía nos sacara a todos de la FED y entraron Los Topos, encapuchados, armados hasta los dientes, con bombas, pues iban a pelear contra gente que levantaban lápices y esos burros no saben de eso. Bueno por lo menos lo mío era justificable, llevaba una guitarra al hombro.  Nos cercaron y cerraron las puertas después de haber dejado entrar las bombas. No sabemos el tiempo que pasó, muchos se asfixiaban; un compañero sufrió ataques de epilepsia y aun así la policía se negaba a que lo cargáramos. Cuando entraron los del supuesto orden algunos estaban en el suelo y los que se mantenían en pie fueron tirados al piso por las patadas, los culatazos y los golpes con lo primero que encontraran de los uniformados. Los aguantábamos con rabia, con deseo de que el dolor que sentíamos se pasara a Febrillet y el desgraciado reventara como las bombas que nos había hecho comer. Nos llevaron presos a todos, amarrados como cerdos o delincuentes, hasta la Makina, un defensor del pueblo que en su silla de ruedas volaba por la universidad como una verdadera máquina.
Nos llevaron al destacamento, pero allí todo fue tan gevi. El pueblo se reunió a fuera y lo oíamos a través de los barrotes  gritar “Si buscan un bandido Aquino es su apellido”, “La quieren privatizar no los vamos a dejar”…como a las doce comenzaron a soltarnos, la Makina fue el primero en marchar sobre su silla de ruedas. Era un soldado que entraba a su pueblo, luego de haber ganado la guerra. La prensa nos recibía con su chorro de luces. Los aplausos y abrazos de todos pagaron la fianza. Esa fue la revolución, perdió Febrillet, ganamos nosotros, ganó el pueblo, aunque aparentemente no se veía la victoria.
Al otro día Febrillet siguió matándonos en los periódicos “Estudiantes atacan oficinas de la UASD”, hizo publicar el muy sinvergüenza, pero esa no era la verdad. Lo que pasó fue que la basura continuó su proceso de fermentación. No había que buscar en la cloaca de su cerebro. El maldito era irreciclable.
Lo que más me dolió fue cuando vi el titular de que el disparatoso de Interior y Policía, que todos sabíamos era amigo de la sanguijuela de la UASD, salió justificando la entrada de Los Topos, pero no dijo ni media gota de los estudiantes que hoy amanecían además de doloridos sin futuro, enyesados, con fracturas y heridas en varias parte del cuerpo, sin deseos de vivir, pues el que no tiene esperanza ya murió. No teníamos donde recostar la cabeza y para evitarnos esa azarosa zozobra nos decapitaba.  
Rodolfo Báez 

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