martes, 2 de abril de 2013

Una mezcla de Dios


A la profesora Rita Barrett, por el milagro de los idiomas  

Una mezcla de Dios canta con voces de colores. Flecos rubios y negros emigran de las gargantas y cruzan las fronteras para poblar países de sueños. Naciones donde no habita el racismo, donde los idiomas y las culturas son mitos del pasado.

Un dios de colores se resbala por las cuerdas de la guitarra, por los mechones dorados...  Salta de los trampolines crispados (de los cabellos rebeldes) o se enreda en la lengua que entre la memoria persigue la palabra perdida.

La canción aun no ha terminado y otro canto empieza a mi lado. Son los acordes de la risa de una niña que desde su infancia les gatean los sueños.

Entonces me quedo en el limbo que se abre entre la música poliglota, el sonido de los labios infantiles y los ojos de Rosanna que se pierden por la ventana del frente como una hermosa pradera.

Cesó la primera canción, la segunda es eterna. Nadie apaga la melodía de unos labios cuando los abre la felicidad.

La guitarra, el chelo y los violines vuelven a sonar. Dios ha vuelto a los cielos de los corazones sinceros. Aquí abajo ha quedado un diluvio de paz en las almas que vuelan a la eternidad del reposo.  

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