Ella estaba ahí
Quieta
Como la estatua de Diana
Que al propio Olimpo arrodillaba.
Sus piernas eran dos columnas
Que al universo soportaban.
El negro de su vestimenta
Desmentía el blanco de su cara.
Los mechones de pelo
Por verse en su mirada peleaban.
Sus manos como siluetas
Al compás de la música bailaban.
Sus labios al abrirse
La gloria me mostraban.
Las dos codornices que sus ojos imitaban
Alzaron el vuelo posando en mi alma.
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