A diez millones de seres humanos nos cortaron los derechos
en tus cabellos. Sí, y eso que sólo cuento a los pocos que en pleno siglo XXI seguimos
enjaulados en este patio indescubierto.
Que poco sabemos de integridad. ¿Quién condenará ahora a la “justicia”?
¿Habrá alguien que dicte sentencia contra tal aberración?
La navaja que debía cortar gargantas embusteras violó tu
creencia. Lo que no vemos en esto es que en tu lugar podríamos estar cualquiera
de nosotros y que en la cárcel nos
harían lo que a ellos les diera la gana y nadie sabría nada.
Te humillaron no por cumplir la ley, sino para demostrar que
tienen el poder. Un poder tan hediondo
que hiere.
¿Por qué te llevaron a San Pedro? ¿Najayo y los demás recintos
habían sido extirpados de sus conciencias?
Me duele tu condena, no la física, sino la espiritual. Todavía
no hemos podido librarnos del pasado. El dolor tuyo es el de la humanidad.
Diez mil millones de poemas muertos, pisoteados. Arrancados del
árbol del deseo.
No conozco tu música, pero toco la fibra de tu corazón
(ahogado por el abuso de poder). Herencia del trujillismo. ¿Quién dijo que para
estar preso hay que tener la cabeza rapada? ¿En cuántos países pasa eso?
Es increíble, sigues ahí y tus hechos y rostro recorren los países y
bocas.
No hay por qué pedir justicia a quienes desconocen tal palabra. No te considero inocente de lo
que se te acusa, ni de eso se trata, pues a pesar de todo también tienes
derecho a equivocarte. Ahora enmienda tus fracasos.
A lo que me refiero es a que nadie podía traspasar la
cortina de tu conciencia. No hay razón para violarte tu integridad. Así como tampoco
puedes violar la de nadie. Somos libres, aun dentro de una celda. Seres humanos
capaces de decidir lo que queremos.
Sólo me detuve un momento ahora te dejo, debo seguir
persiguiendo injusticias.
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